El efecto del famoso sistema dHondt
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De cara al debate constitucional, se ha levantado la idea en algunos sectores de modificar el sistema electoral. Por ello, es importante entender exactamente cuál es la diferencia entre los distintos sistemas de conversión de votos en escaños. Pues, no da lo mismo si el sistema es mayoritario o proporcional. Tampoco da lo mismo, en el caso de los proporcionales, si pertenecen a la familia de los promedios mayores o a la de los restos mayores.
Usando los resultados de la elección de constituyentes de mayo 2021, ¿Cuál hubiese sido la diferencia en el resultado si se hubiese aplicado un sistema electoral diferente?
Por: Kenneth Bunker y Pablo Toro
En el contexto de un país que busca mayores niveles de democratización, esta es una pregunta importante por varios motivos. Primero, porque algunos sistemas electorales son más representativos y proporcionales que otros. Incluso la literatura muestra que dentro de los sistemas proporcionales hay algunos métodos que son más proporcionales que otros (ver aquí).
Pero también es importante porque los sistemas electorales tienen un impacto directo sobre el sistema de partidos (como el número y la características de los partidos políticos que compiten en elecciones). Por ejemplo, si lo que se busca es incrementar el número de partidos políticos con representación legislativa, no da lo mismo el sistema que se escoja.
A la luz de la literatura, sabiendo que algunos sistemas electorales son diferentes a otros, en este artículo usamos los resultados de la elección de constituyentes de mayo de 2021 para simular los resultados en cuatro escenarios diferentes. Aplicamos cuatro fórmulas electorales proporcionales y una fórmula electoral mayoritaria.
Entre las fórmulas proporcionales aplicamos dos de la familia de promedio mayor (dHondt y Sainte Lagüe) y dos de la familia de resto mayor (Hare y Droop). La fórmula mayoritaria es mayoría simple; es decir, si hay n escaños disponibles en un distrito x, se les reparte un escaño a los primeros n candidatos del distrito x.
Por su puesto, la simulación se aplica sobre los resultados de la elección. Y como sabemos que los partidos compiten, no solo en base a los efectos mecánicos de sistemas electorales, sino que también en base a sus efectos psicológicos (ver aquí), es muy probable que el escenario hubiese sido diferente de entrada. Por eso, lo que resta debe ser considerando con todos los caveats que eso conlleva.
La Tabla de abajo muestra los resultados de la simulación para los 138 escaños que se disputaron en la elección principal (no consideramos los 17 escaños para los Pueblos Originarios). La Tabla muestra el número de escaños y el porcentaje de escaños que hubiese conseguido cada lista en cada escenario. El primer escenario, el dHondt, muestra el resultado real.
Destacan tres ideas. Primero, que bajo ningún escenario Chile Vamos hubiese podido obtener un tercio de los escaños. De hecho, en comparación, la fórmula electoral que más le favorece es el dHondt, en la que obtiene 26.8% de los escaños. Bajo cualquiera de las otras fórmulas hubiese caído bajo el cuarto (1/4).
Otra idea que asoma es que bajo un sistema mayoritario, Apruebo Dignidad hubiese perdido su ventaja por sobre la Lista del Apruebo. En cambio, bajo cualquiera de los arreglos proporcionales hubiese mantenido su ventaja. La Lista del Pueblo sería la principal lista de independientes perjudicada en un sistema mayoritario.
Finalmente, cabe destacar que el sistema mayoritario solo hubiese beneficiado a Independientes No Neutrales, otras independientes e independientes fuera de pacto. La lista más perjudicada hubiese sido Chile Vamos, que hubiese perdido 7.2% de los escaños, obteniendo sólo 27 de los 138 (es decir 19.6% de la Convención).
Ahora bien, ¿cuál es el efecto de estos sistemas electorales sobre la democracia? En lo que sigue, proponemos medirlo en base a dos elementos. El primero es el número efectivo de partidos (ver aquí). Para cuantificar y comparar, usamos los índices de Rae (1971), Laakso y Taagepera (1979) y Molinar (1991).
El segundo elemento es la desproporcionalidad (ver aquí). Esto es la diferencia entre el porcentaje de votos que recibe cada partido y su porcentaje de escaños a nivel de sistema. Cuando todos los partidos reciben exactamente el mismo porcentaje de votos que escaños, la desproporcionalidad es igual a cero. Usamos los índices de Rae (1971), Loosmore y Hamby (1971) y Gallagher (1991).
La Tabla muestra que el mayoritario (respetando el número de escaños originales) es, paradojalmente, el sistema que produce más fragmentación y más proporcionalidad. (Evidentemente esto no sería el caso en un sistema mayoritario en que se reparte solo un escaño por distrito).
Es posible concluir que, si el sistema proporcional dHondt beneficia a algún sector político en particular, es a las fuerzas tradicionales–y en particular a Chile Vamos. Cualquiera de los otros sistemas hubiese generado resultados más proporcionales–como enseña la teoría, incluso un sistema mayoritario. Queda por investigar por qué esto último es cierto (potencialmente debido a la particularidad de la elección y sus reglas).
En el contexto de una potencial reforma electoral, la literatura sostiene que es poco probable que los partidos modifiquen un sistema electoral que les beneficia (ver aquí). Sin embargo, a juzgar por los resultados de la elección, y quienes están encargados de conducir las reformas, no son los partidos los que hoy tienen el poder de decidirlo.
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